lunes, 30 de junio de 2025

La penitencia del obispo Acuña = Toledo

 En la época de las comunidades, Toledo fue una de las ciudades en que los rebeldes habían tenido más éxitos en su labor proselitista. De allí era uno de los caudillos comuneros, Juan de Padilla, que tan tristemente iba a expiar después su fracaso, en unión de Bravo y Maldonado. En la Semana Santa del año 1521 los ánimos de los partidarios de las comunidades en la ciudad del Tajo recibieron una gran alegría con la llegada del obispo de Zamora don Antonio de Acuña, que venía a ponerse a disposición dela Junta.

Entre los conjurados se extendió pronto el deseo de que don Antonio ocupase la silla arzobispal, vacante a la sazón. Pero el obispo de Zamora se negó enérgicamente a las insinuaciones de los que con él compartían su empresa política. Los comuneros, sin tener en cuenta la negativa, insistieron en estos deseos y tramaron realizar por la fuerque no podían conseguir por otros medios.

Y así, el Miércoles Santo, fuerza en la catedral se celebraba el Oficio de Tinieblas, una gran multitud irrumpió en el recinto sagrado llevando a viva fuerza al obispo Acuña, a quien, a pesar de su resistencia , habían tomado de su casa y llevado hasta la puerta de la catedral. Una vez entraron en ella, hicieron que el obispo se sentara en la silla arzobispal, siendo aclamado por todos. Los canónigos se retiraron, el oficio se suspendió. En vez de los trenos solemnes del Miserere, se oían las exclamaciones de los hombres armados y de sus partidarios del pueblo. Después volvieron a coger en hombros al obispo y lo llevaron triunfalmente a su casa.

Poco iba a durar la alegría de los comuneros. En aquel mismo año la rota de Villalar terminó con la rebelión. Pagaron con la vida los caudillos, y la resistencia duró poco más. Dos años después don Antonio de Acuña era ahorcado en Simancas. Acallada la guerra interior, los pueblos y ciudades de España tornaron a la vida normal. Así también Toledo, olvidados ya los días de exaltación y lucha.

Un Miércoles Santo se habían celebrado los Oficios de Tinieblas en la catedral, esos oficios que tan tumultuosamente se interrumpieran tres años antes. Salieron los clérigos y las puertas de la catedral se cerraron. En uno de los bancos había quedado un hombre, un viajero que, fatigado, sin duda, por el largo camino recorrido, no había podido resistir el cansancio. Se despertó y se quedó sorprendido al verse solo. Se incorporó y se dirigió a la salida. Pero antes de llegar a la puerta, se paró; había oído un rumor como de gente que caminara despacio. Esperó, oculto tras una columna. Mas tuvo que hacer terribles esfuerzos para no gritar de espanto: por el fondo de la nave veía llegar una procesión terrible. Venía al frente de ella un esqueleto revestido de obispo, con una mitra ensangrentada en la cabeza. A continuación dos grandes hileras de esqueletos, cubiertos de ropas dio podridas, le seguían. Llevaban en sus descarnadas manos unas antorchas que despedían una extraña luz, y en cada altar se detenían para arrodillarse. Y parecía oírse un cántico que sordamente repetía las notas del Miserere, con una angustia y un dolor sobrenaturales. Después de recorrer la catedral, se dirigieron hacia la cripta. El viajero no pudo ver más, cayó desvanecido.

A la mañana siguiente fue despertado por los sacristanes que abrieron las puertas del templo. Balbuceando, como enloquecido, contó lo que había visto. Y habiendo pedido confesión, expiró a los tres días.

Todos comprendieron que la procesión de los espectros era una penitencia impuesta por Dios al obispo Acuña y a quienes, por pasiones políticas, violaron el sagrado recinto en el día solemne en que se conmemora la pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Y en el pueblo quedó el recuerdo de esta visión con el nombre de la penitencia del obispo Acuña

Vicente García de Diego






domingo, 29 de junio de 2025

La mano de oro maldita - Valle del Jerte = Extremadura

 

Existe en el Valle del Jerte una leyenda que habla sobre una misteriosa mano que en ocasiones es descubierta por los ganaderos mientras pastorean sus rebaños. Puesto que esta insólita mano es de oro, el hallazgo en un principio desata la codicia del pastor: lo que parece ser un golpe de fortuna más tarde se convierte en una maldición.
Pues esta particular garra es capaz de matar grandes cantidades de ganado, sus victimas son fácilmente identificables, pues les deja en el lomo la señal de la palma de la mano como si hubieran sido marcadas a fuego. 

(Extremadura misteriosa)

NO8DO - Sevilla

 


Y nada tiene que ver con los NOticiarios y DOcumentales que se veían en cines en la etapa franquista española. Nada más lejos de la realidad pese a que esto sea lo que piensan muchos de los recién llegados a Sevilla.
Sobre el origen de nuestro NO8DO existen varias teorías, ninguna demostrable por  supuesto, pero entre las cuales elegimos la que tiene que ver con el rey Alfonso X El Sabio por ser la más romántica y más transmitida de generación en generación.
Según esta versión, tenemos que transportarnos al siglo XIII, momento en que reina en Castilla el hijo de Fernando III El Santo,  Alfonso X, hombre considerado una eminencia en cuanto a artes y ciencias, muy preocupado por el desarrollo intelectual de su reino y a quien se le conocen obras literarias de valor como Las cantigas e loores a Nuestra Señora.
Pues bien, como cualquier hijo de vecino Alfonso X tenía sus carencias y estas se referían a su método de gobierno que llevó a arruinar la hacienda pública y a que todo el pueblo estuviera descontento con él.
Por ese motivo, se fueron creando grupos de poder que hacían peligrar el reinado. Su hijo Sancho, bien por evitar un desastre, bien por ansia de poder, con la ayuda de su madre doña Violante, se alzó en armas.
Tras esto, la gente se dividió en dos bandos: los que apoyaban al príncipe Sancho y los que se mantenían fieles al rey Alfonso X. El príncipe Sancho casi sin esfuerzo iba ganando el reino y obteniendo cada vez más adeptos. Sin embargo, no quería atacar a su padre Alfonso, ya mayor y debilitado, así que respetó la ciudad de Sevilla.
El rey Alfonso X se había resguardado en esta ciudad donde estaba rodeado de un sector de la Iglesia que lo apoyaba.
Para agradecer el respeto y entrega que la ciudad de Sevilla le había demostrado, Alfonso X en 1283 le entregó al Ayuntamiento el emblema que ahora vemos por todas partes: NO8DO. Su significado no deja de ser una transcripción fonética de dicho símbolo: “no madeja do” (ese ocho no es otra cosa que el símbolo de una madeja) Ese “no madeja do” haría pues referencia a que Sevilla no lo había dejado, no lo había abandonado.
Existen otras teorías , como que pueda provenir del nudo gordiano de Alejandro Magno o de la frase en latín “Nomen Domini” (en nombre de Dios), pero como hemos dicho al iniciar el post, nos quedamos con la historia que se cuenta de Alfonso X El Sabio.

sábado, 28 de junio de 2025

El tesoro del Cabo de Gata - Almería


La sensualidad y el misteri que  los musulmanes dejaron en la tradición literaria
peninsular son inigualables. Cuando los conquistadores cristianos entraron en
contacto con el Islam, quedaron rápidamente prendados y comenzaron a surgir las que diversa historias, como la de este tesoro.
Dicen que poco antes de que la ciudad fuera tomada por las tropas cristianas, un sultán escondió en el Parque Natural de Cabo de Gata un magnífico tesoro con el fin de que no le fuera arrebatado y poder levantar de nuevo un ejército con él. Al parecer, el lugar escogido fue una cueva submarina cerca del promontorio de la Vela Blanca, pero nunca llegó a saberse, pues el sultán murió sin haber revelado el paradero de dicho tesoro.
Cuentan, además, que el tesoro estaba guardado por las sirenas del llamado Arrecife de las Sirenas, conocido así por la gran colonia de focas monje queun día habitó la zona.

(Siglo XXI)

El Jarabo = Un asesino señorito = Madrid

José María Manuel Pablo de la Cruz Jarabo Pérez Morris fue conocido como ‘Jarabo’. Sus orígenes parte de una buena familia del barrio del Pilar, en Madrid.

Todo un señorito de la época que cayó en juegos y drogas.Viajó a Puerto Rico y a Cuba donde continuó su vida, y tuvo que marchar a Estados Unidos donde fue condenado por trata de blancas.

Tras regresar a España se convierte en el rey de la noche. Conoce a una mujer quien le pide dinero, y para la que empeña una joya.?

Después de reclamar de nuevo esa joya en la casa de empeños, acude a casa de los joyeros donde asesinó al propietario de la joyería, la mujer embarazada e incluso la sirvienta.

Jarabo fue condenado a garrote vil por el mayor crimen de la época franquista. Sin embargo, cuando llegó su momento el verdugo tardó 20 minutos en acabar conv su vida

Orpea




miércoles, 25 de junio de 2025

La casa de los enanos = Madrid


La casa de don Nicolás María de Guzmán, bulliciosa y alborotada en algún tiempo, a la muerte del duque se convirtió en un edificio abandonado y triste. Por muchos años aquella vivienda, situada en las afueras de Madrid, se mantuvo desalquilada y apartada del bullicio de la corte.


Un día se presentaron dispuestos a habitarla unos cuantos hombres embozados (probablemente grandes tahúres), a quienes interesaba el edificio por su apartado emplazamiento. Ocuparon sólo la planta baja y la dedicaron a celebrar secretas reuniones con personajes de su misma profesión.


Uno de los días en que más concurrida estaba la casa se provocó una violenta discusión por parte de algunos de los concurrentes, que fue creciendo en alboroto, sin que ninguno de los discutidores lograse convencer al contrario. De repente, en medio del vocerío, se abrió la puerta del salón y, ante el asombro general, apareció un hombre, pequeñísimo de estatura, pero de gesto grave, que les impuso silencio con expresivos ademanes. Sin más ni más y dejándolos a todos sobrecogidos por su extraña actitud, desapareció rápidamente sin decir palabra.


Volvió a promoverse el alboroto, pero esta vez fueron los nervios excitados de los concurrentes los que forzaron la discusión, con ánimo, más que de llegar a un acuerdo, de distraer el miedo que los invadía. No habían logrado tranquilizarse, cuando volvió a abrirse la puerta y se presentó en la sala otro enano no menos circunspecto, y con la misma pretensión de hacerles guardar silencio. Esta vez, más dueños de sí, y como defendiéndose de lo que les parecía cosa sobrenatural, intentaron atrapar al hombrecillo echándose sobre él; pero el enanillo desapareció graciosamente con la misma rapidez que el anterior.


Tras esta última escena pensaron aquellos alborotadores que quizá se tratase de habitantes de la planta superior, que por su extraña contextura no se atrevieran a frecuentar el mundo de los hombres normales; lo tomaron esta vez a broma y decidieron continuar la charla, dispuestos, si se repetía la escena, a emplear la violencia con una mayor habilidad. Siguieron, pues, la discusión, que a poco se convirtió en escándalo: tal era el ruido de las voces. De repente se volvió a abrir la puerta de la habitación y penetraron con paso rápido más de veinte enanos, que sigilosos y con energía extraordinaria, mas sin pronunciar una palabra, apagaron las luces y a latigazos echaron violentamente a los alborotadores, que esta vez huyeron aterrorizados de verdad.


Quedó la casa deshabitada, y con los años se olvidó el incidente, hasta que una noble dama, doña Rosario de Venegas, deseosa de tranlidad y sosiego, pensó en alquilar aquella mansión solitaria. La amuebló a su gusto, y un día, cuando ya ultimaba con su criado algunos pormenores de la capilla, echó en falta una imagen del Niño Jesús. Lo estaba haciendo notar a su sirviente, cuando vio aparecer por la puerta a un enanillo que venía cargado con las cortinas e imagen, dispuesto a entregárselas. La noble dama se desvaneció, decidió aquel mismo día abandonar la casa encantada a sus diminutos moradores.


Volvió a quedar deshabitado el edificio por algún tiempo, pero a oco un canónigo que no hacía gran caso de historietas, decidió alojarse en aquella tranquila mansión. Entre sus servidores contaba una lavandera que, ajena a la existencia de tan extraños personajes, marchaba todos los días a lavar la ropa a orillas del Manzanares. En una casión en que se encontraba allí, se desencadenó un fortísimo temporal y corrió a la casa a guarecerse, dejando la ropa sobre una silla a merced del vendaval y de la crecida del río. Lamentándose estaba por creerla perdida, cuando se abrió la puerta de la habitación y aparecieron unos cuantos enanitos trayéndola toda. Tal fue el sobresalto de la pobre mujer, que decidió no volver más por allí, para no encontrarse con aquellos hombrecillos, que más bien parecían misteriosos duendes.


Tampoco el canónigo se libró de su presencia, porque un día, en ocasión de necesitar un libro, vio aparecer junto a él a uno de estos enanos, que se lo entregó cortésmente. No paró ahí la cosa, ya que en otra circunstancia en que cometió un error, apareció otro duendecillo advirtiéndoselo y razonándole exactamente su equivocación. Aquello constituyó ya motivo suficiente para que el hasta entonces sereno canónigo decidiese abandonar la morada.


A partir de este momento la casa quedó vacía y ya nadie más se atrevió a alquilarla nunca. Los duendecillos, llenos como estaban del mejor deseo, debieron de marcharse también en vista de la incomprensión general, porque cuando, años más tarde, Fernando VI adqui- rió aquel famoso edificio, los serviciales hombrecillos habían desaparecido.

Vicente García de Diego 


martes, 24 de junio de 2025

Mari Cuchilla = Asturias

 Mari Cuchilla

Hace muchísimos años que vivía  en Oviedo una joven llamada María, la cual uní a su prodigiosa hermosura un corazón frío como la nieve. Había rechazado con altivo desdén a los mejores caballeros del país y no se había conmovido lo má mínimo por las desgracias que a algunos había acarreado su hermosura. Hubo caballero
que enloqueciía y galán desesperado que se quitó la vida.


En cierta ocasión fue a vivir cerca de Oviedo, en una casuca perdida en el monte, un caballero mozo, que pronto ganó por su conducta, fama de santidad. Alternaba su vida retirada de ermitaño con frecuentes excursiones, en las que llevaba socorros a las familias más pobres de la comarca. Desde el día que la desdeñosa Matía tuvo ocasión de tropezarse con él, se fundió el hielo de su corazón para dejar paso a la más encendida pasión nada le sirvieron sus seducciones ni sus extraordinarios encantos; el joven anacoreta se mantuvo inquebrantable. Entonces Maía conoció por primera vez la desesperación y el dolor.

Sus hechizos no le haban servido para nada; pero, no querïa darse por vencida, acudió a otra clase de recursos. Y un día visitoó a una vieja hechicera y le pidió ayuda. La bruja se ofreció a prestársela si a cambio entregaba su alma al diablo. Cuenta la tradición que la desvenrboleSturada Marï se entrevistò con el propio Satanás y que recibió de él una cuchilla con la orden de que cortase la cabeza a su hermano menor, en una gruta cercana a donde moraba el joven caballero; Sólo asï sería eficaz el maleficio diabólico y el hombre amado caerïa implorante a sus pies

Marïa  hizo todo como se se habïa pactado. Cuando a la mañana siguiente cantó el primer gallo, cogió cuidadosamente a su hermanito, que dormía plácidamente en la cuna, y se lo llevó a la gruta. Se cuenta que los gritos de una bandada de búhos la guiaron en la oscuridad, y que al llegar a la entrada de la cueva, las aves se posaron en los árboles vecinos, sin cesar de graznar de un modo siniestro. Marïa entró en la gruta, colocó al niño

todavía dormido, en una piedra, y sin un momento de vacilación le separó la cabeza del tronco con un solo golpe de cuchilla. La sangre salpicó la piedra, y las aves, levantando el vuelo, se alejaron, sin cesar en su estridente griterïo Entonces el terror se apoderó de María y quiso huir; pero tropezó con la cabeza del niño que había caído al suelo, y se desplomó sin sentido.


Cuando volvió en sí era ya de día. Ante ella estaba el joven ermitaño, que la contemplaba, no como un enamorado rendido, sino con acusadora severidad. María le miró por primera vez con ojos que no eran de pecadora; estaba profundamente arrepentida. Cayó de rodillas y el ermitaño, imitándola, rezó fervorosamente durante un rato. Después se levantó y le notificó en qué consistiría su penitencia. Para merecer el perdón divino, pasaría el resto de su vida en el lugar del crimen; era preciso borrar aquella sangre. Y mientras decía estas palabras, tocó en la roca con su báculo, y de ella brotó un manantial. Después añadió:

-Pero por mucho que este arroyo limpie las manchas de sangre, no podrá hacerlas desaparecer si no mezclas tu llanto a sus aguas.


Nadie volvió a ver desde entonces al virtuoso anacoreta. María vivió en los lugares que él había habitado y llevó por el resto de sus días una vida de oración y penitencia. Las pocas personas que se acercaban por aquellos contornos contaban que en más de una ocasión la habían visto raspar furiosamente la roca con su cuchilla. Todavía existe la creencia de que de cuando en cuando vuelve a la cueva para raspar de nuevo las manchas de sangre, que todavía no han desaparecido.

Cerca de Oviedo se puede ver la gruta, con su techumbre aboveda- da, desde donde se desprende el manantial, y la roca de las manchas rojizas. Este lugar se conoce con el nombre de Mari Cuchilla.


Vicente García de Diego 


sábado, 21 de junio de 2025

La isla de Cristal = Canarias

 

A mediados de los años 90 hubo una avalancha de avistamientos en el Barranco de Badajoz. Muchos testigos afirmaban que desde el interior del barranco y mirando hacia el mar, podía verse una isla que parecía de cristal (se comprobó que no podía ser ninguna de las otras islas Canarias). De esta isla ascendía (como si despegara), verticalmente una luz en forma de nave, cuando la luz había alcanzado cierta altura se precipitaba a gran velocidad hacia el barranco y acababa estrellándose contra una de las paredes de éste, desintegrándose y desapareciendo. 
La noticia se hizo eco en varias publicaciones de tirada nacional e internacional. Enrique de Vicente, director de la revista dedicada al misterio Año Cero, relató los hechos en el que por aquel entonces era el programa de máxima audiencia en la televisión Española "Esta Noche Cruzamos el Misisipi".

(Barranco de Badajoz)

El Cristo de las Mieles - Sevilla


Quien entre en el sevillano cementerio de San Fernando por la puerta principal encontrará, unos cientos de metros más adelante, en la glorieta principal, un crucificado de gran tamaño, fundido en bronce y clavado en una cruz de madera: se trata del Cristo de Susillo o, como es conocido popularmente, el Cristo de las Mieles.
Es obra de Antonio Susillo Fernández, famoso escultor sevillano del siglo XIX. Nacido en Sevilla  el 16 de abril de 1855, concretamente en la Alameda de Hércules, era hijo de Manuel Susillo, tonelero primero y después dedicado al comercio de la aceituna. Un día, paseando por la Alameda, la Infanta Luisa Fernanda de Orleans observó a un niño jugando con un puñado de barro con el que moldeó una figurilla con tanto talento que a partir de entonces quedó bajo su protección, costeándole sus estudios de arte. Gracias a ella, considerado un "niño prodigio", pudo desarrollar su don innato como artista y escultor. Estudió en París y Roma y, ya a los veinte años, comienza a recibir encargos de la alta aristocracia europea, consolidándose como el escultor sevillano más famoso de todos los tiempos. Clientes suyos fueron la reina Isabel II o Nicolás II, Zar de todas las Rusias. En Sevilla quedaron muchas de sus obras: las doce estatuas del Palacio de San Telmo, el Miguel de Mañara frente al Hospital de Caridad, el Daoiz de la Plaza de la Gavidia, el Velázquez de la Plaza del Duque, etc.
Cuenta la leyenda que cuando el escultor esculpió el Cristo para el cementerio se esmeró enormemente, pues en ese momento se encontraba fuertemente endeudado y esa obra significaba mucho para él. Se dice que al montar la escultura, se dio cuenta de que la había elaborado (se puede ver que un pie está clavado en el madero vertical de la cruz y el otro al staticum de la misma) con las piernas al contrario, y que al contemplar la obra terminada y ver el fallo, se sintió tan angustiado y le afectó tanto que se ahorcó en su estudio.
En realidad, el escultor, cuya primera esposa falleció de tuberculosis apenas un año después del casamiento, contrajo quince años después segundas nupcias con María Luisa Huelin, (una mujer despilfarradora y manirrota que, además, lo menospreciaba y ridiculizaba como hombre incluso en público), y en esos momentos se encontraba en la más absoluta de las ruinas, contando con  el encargo del Cristo para saldar deudas y retomar su trayectoria profesional. Al observar el error tomó la trágica decisión, tan de moda en la época romántica, de pegarse un tiro. Era el veintidós de diciembre de 1896; contaba tan sólo cuarenta y un años.
Sus paisanos sevillanos creyeron que el mejor homenaje para aquel hombre era ser enterrado en el centro del cementerio, a los pies del Cristo que había esculpido con tanta pasión, y así se propuso, con el beneplácito de la autoridad municipal. Sin embargo, la autoridad eclesiástica puso impedimento, ya que los suicidas no podían ser enterrados en suelo sagrado, aunque finalmente se consideró que el acto había sucedido como consecuencia de una enfermedad mental y se concedió el permiso oportuno.
Fue enterrado en un primer momento en una tumba junto a la del pintor Ricardo Villegas, que pagaba anónima y puntualmente un amigo suyo. Treinta años más tarde, como consecuencia de un artículo aparecido en el diario “El Noticiero Sevillano”,  se despertó entre sus paisanos el convencimiento de que la ciudad le debía un reconocimiento permanente al insigne escultor. El Ayuntamiento concedió permiso y asignó los fondos para la obra, que concluyó el  veintidós de abril de 1.940. Los restos de Antonio Susillo reposaron definitivamente cuarenta y cuatro años después de su muerte a los pies de su obra más reconocida.
Días después de su entierro sucedió algo sorprendente, que muchos visitantes consideraron milagroso: el Cristo lloraba, y no agua salada, como un mortal cualquiera, sino que lloraba miel. El revuelo fue considerable en la ciudad. El “milagro” estaba en boca de todos y la Iglesia tuvo que tomar cartas en el asunto, enviando el mismísimo Vaticano una delegación para aclarar el asunto.
Finalmente se averiguó la verdad: lo que manaba de la boca del Cristo era efectivamente miel de abeja, pero no porque llorara el Hijo de Dios por el escultor, sino porque Susillo había construido la efigie dejando hueco su interior para evitar el excesivo peso, y ese hueco fue aprovechado por un grupo de trabajadoras abejas para instalar su colonia. Así, cuando el calor apretaba y el bronce se calentaba, la miel de los panales se derretía y salía por la boca del Cristo. No había milagro, pues, pero al Cristo se le quedó para siempre el sobrenombre de Cristo de las Mieles.

(Leyendas de Sevilla

El SEAT 600

 EL Seat 600, ese invento de los dioses que cambió la vida de muchos españoles para siempre. Había quienes incluso le ponían nombre y lo cuidaban como si fuera un hijo: lo lavaban, lo abrillantaban, le ponían agua, aceite, y ¡ay! si se rayaba...

Eso sí, conseguir uno era casi una misión imposible. En primer lugar, porque las primeras unidades, que se pusieron a la venta en 1957, costaban la friolera de 65.000 pesetas, lo que no estaba al alcance de cualquiera. Y, en segundo, porque había que esperar meses hasta que lo entregaran, así que comprar un 600 acababa convirtiéndose poco menos que en un sufrido embarazo. Pero poco importaba todo aquello. Lo importante era poder tener un «bólido» de cuatro ruedas con el que poder desplazarse y viajar adonde uno quisiera, sin depender de trenes o coches de línea.


¡Ah!, y, cuando por fin se recibía, ¡la familia ya podía irse de vacaciones en verano! O incluso un fin de semana ¡toda junta! Y <toda» quería decir: padre conduciendo, madre, abuelos, hermanos y hermanas, y, por supuesto, maletas y todo tipo de artilugios inimaginables. El milagro era no solo que pudiera meterse en el coche todo aquel «cargamento», sino también que se tardase menos de doce horas en recorrer un trayecto que hoy se haría en apenas cinco, teniendo en cuenta que el pobre 600 se paraba cada dos por tres, subir las cuestas para él era todo un triunfo y las ruedas a duras penas aguantaban tanto peso.

Estaba claro que el 600 se había convertido en un miembro más de la familia, al que había que cuidar y mimar. Por eso, muchos de los que alguna vez pudiero disfrutar de uno de ellos aún hoy continúan sintiendo outéntica nostalgia por él. ¡Dios mío, qué pena!


Orpea





El ramo de san Juan = Gerona

 

En una aldea del Pirineo, por las cercanías de Rosas, un galán asediaba a una muchacha, la más bella del lugar.

La joven no sabía ya cómo alejar al joven, que no le ha- cía ninguna gracia, porque veía en él algo raro, distinto de los demás que conocía.

Llegó el día de san Juan, y la moza se fue con sus amigas, tal como era costumbre -y lo sigue siendo-, a la orilla del río a buscar la «<bue- na ventura». Allí se entretuvo en coger florecillas de san Juan, romero y tomillo.

Cuando llegó a su casa, hizo con todo ello una cruz y la colgó en la puerta de su casa.

Por la noche vino, como todas las noches, a rondarla el indeseable galán. Fue a llamar a la puerta; pero al ver la cruz, se detuvo.

Llamó a la muchacha por la ventana y le dijo que bajara a quitar la cruz. La joven le contestó que no quería quitarla. Que la había puesto allí para festejar la noche de san Juan y para que Dios protegiera su casa.

El muchacho, que iba aquella noche decidido a entrar en la casa y precipitar a la joven al infierno con él, no pudo realizar su propósito. La joven vio entonces claramente por qué no le podía gustar aquel muchacho. Era el demonio en figura de hombre.

Desde entonces, todas las muchachas del Alto Ampurdán, desde Rosas al Garona, ponen en su puerta, en la noche de san Juan, una cruz hecha de romero y tomillo.


Vicente García de Diego 




miércoles, 18 de junio de 2025

El castillo “Aunque te pese“ = Avila

Al sur de la pintoresca Sierra de Ávila en el terreno conocido también por el nombre de los Baldíos, se alza una vieja torre medio derruida, que, según la leyenda, tuvo el siguiente origen.

En los años turbulentos de la Edad Media, cuando en Ávila los grandes señores ejercían un omnímodo poder, uno de esos magnates tenía una hija, cuya hermosura atraía a los jóvenes de la ciudad. Era entre todos preferido uno que a su apostura física y valor guerrero unía delicadas prendas morales. Y de esta manera, la bella doncella y el joven noble, habiéndose declarado mutuamente su amor, determinaron verse en parajes secretos, ya en el jardín de la joven, ya en allguna oculta callejuela de la ciudad, con el complaciente auxilio de alguna vieja dueña.

Mas sea que las salidas de la joven fueran notadas por su padre o que obtuviese la revelación del secreto, forzando a ello a algunos de los que lo conocían, es el caso que se enteró del amor de los dos galanes. Y montando en cólera, amenazó a su hija con grandes castigos si persistía en su propósito. Y para alejar al galanteador, consiguió de las autoridades de la ciudad que aquél fuera desterrado y se le prohibiese pisar tierra de Ávila. Y aun consiguió del rey que refrendara tan injusto mandato. De esta manera, el mancebo hubo de salir de la ciudad; mas antes de partir se dirigió airado al padre de su amada, gritándole : «Aunque os pese, he de ver a Ávila».

Y tomando un buen número de servidores, los condujo a un para je cercano al actual pueblo de Sotalbo; levantó allí un fuerte castillo, desde el cual podía contemplar a la ciudad abulense y a la casa de su amada, situada sobre las mismas murallas. Ella también divisaba la torre en donde estaba desterrado el joven. Cada tarde, cuando el sol enrojecía los campos y alumbraba una orgía de oro en las torres de Ávila, el guerrero contemplaba la casa. Y así, en esta contemplación, el espíritu venció al cuerpo, y en un mismo día las almas de los amantes volaron libres de su prisión terrenal.

Y desde entonces aquel castillo se llamó «Mal que te pese».


Vicente García de Diego



lunes, 16 de junio de 2025

El Indalo de Almería - Mojácar

 


La Cueva de los Letreros y más concretamente el Indalo, fueron descubiertos hacia 1868 por el almeriense Antonio Góngora y Martínez. Dicha cueva, que da cobijo al Indalo, fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1924 y posteriormente Patrimonio de la Humanidad.

Durante siglos, antes de la catalogación del Indalo por parte de los estudiosos, fue símbolo de buena suerte y considerado un tótem en el norte y levante de la provincia de Almería, especialmente en Mojácar, donde lo pintaban con almagre para proteger las casas de las tormentas y el mal de ojo.

Los indalianos veían en su enseña un hombre ancestral sosteniendo un arcoiris y simbolizando un pacto entre el hombre y los dioses para evitar futuros diluvios. El estudio del dibujo muestra que la figura no representa otra cosa que un arquero apuntando hacia el ave que vuela sobre él.

La palabra Indalo podría tener su origen en la lengua de los íberos: indal eccius, mensajero de los dioses sin embargo es más reconocido el origen del nombre en homenaje al patrón de la ciudad de Almería, San Indalecio.

En las últimas décadas, el Indalo se ha convertido en el símbolo más representativo de Almería y lo almeriense.

La Virgen del Mar - Almería

 

Si todos los pueblos del mundo cuentan leyendas sobre sus orígenes para darles
importancia, la capital almeriense no podía hacer sino lo propio con sus símbolos. Tal
es el caso de la Virgen del Mar, patrona de la ciudad.
De acuerdo con la leyenda, se encontraba Andrés de Jaén haciendo guardia en Torre
García, una de las construcciones empleadas para la defensa de las costas
almerienses y del Reino de Granada, en 1502, cuando divisó a lo lejos una serie de
destellos. Asustado ante la manifestación, acudió a pedir auxilio.
Cuando llegaron el prior y sus hombres, vieron con asombro como se acercaba la luz
a la playa y sobre la blanca arena dejaba la imagen de la Virgen María con su hijo en
brazos. Acto seguido las olas depositaron a sus pies cientos de flores, lo que dió a
todo aquello un aspecto milagroso.
En 1806, el Papa Pío VII nombró por bula a la Virgen del Mar patrona de Almería.

(Siglo XXI)

viernes, 13 de junio de 2025

La leche en polvo De alto valor nutritivo

Aunque con cierto retraso, todo sea dicho, entre 1955 y 1963 llegó a España algo de ayuda huminitaria de Estados Unidos a través del llamado Plan ASA: Ayuda Social Americana.

Durante ese tiempo, en Auxilio Social, Hospital de Caridad, colegios nacionales y otras instituciones benéficas se repartió leche en polvo, queso y mantequilla, alimentos que al parecer tenían un «alto valor nutritivo». El queso, para recuerdo de algunos, era amarillento y pastoso, pero mal del todo no sabía; la leche se daba diluida en agua fría, y la mantequilla, extendida sobre el pan que los niños llevaban al colegio de casa.

Pero a buen seguro que en la «memoria gustativa» de muchos se conserva mejor el sabor de aquellas rebanadas de pan con aceite y azúcar para merendar, o con chocolate, quesitos, leche condensada, carne de membrillo, sardinas en aceite, Pralin y Tulicrem, que para todos los gustos había, o, en días especiales, el de unas soletillas, un suizo, una bamba de nata, una trenza, un mojicón, una magdalena Ortiz, un Bucanero, un Tigretón, un Bollycao, un Bony o unos Phoskitos, muchos de los cuales hasta traían estupendos cromos para coleccionar.

Y ya entrados en asuntos más contundentes, y según regiones y gustos, potajes con «pringá», patatas revolconas, pimientos asados, albóndigas con tomate, migas, higaditos, arenques, huevos pasados por agua, filetes rusos o arroz a la cubana..., que en comida internacional andábamos sobrados, y, si se terciaba, de postre, arroz con leche, gelatina Royal, flan Potax o Mandarín, Dany de chocolate, tarrina de helado Avidesa... y, de premio, unas galletas Chiquilín, Solsona o Fontaneda..., y un vaso de leche con Phoscao, aunque todo esto último mejor sería dejarlo para desayunar, salvo que se prefiriesen unos Mielitos o unos copos de cereales Nestun.




viernes, 6 de junio de 2025

La carrera del General Moriones

 


El general Moriones, procedente del campo republicano y de ideas un tanto avanzadas, presentóse en cierta ocasión a Alfonso XII. Temía el general la presencia del rey, que conocía perfectamente los antecedentes revolucionarios de Moriones, así que al comparecer ante el soberano exclamó:

—Señor, yo no puedo ocultar que he hecho toda mi carrera en la revolución.

—¿Qué era usted en 1868? —preguntó el rey.

—Capitán, señor.

—Pues poca carrera ha hecho usted —replicó don Alfonso— comparándola con otras y, sobre todo, con la mía. Yo en 1868 era soldado raso y ahora me encuentro de capitán general.

Carlos Fisas

El castigo de la abeja

Después de que Dios concluyera la creación de los animales y de decidir cual sería el lugar de cada uno en la tierra, aún quiso regalarles u...