Aunque con cierto retraso, todo sea dicho, entre 1955 y 1963 llegó a España algo de ayuda huminitaria de Estados Unidos a través del llamado Plan ASA: Ayuda Social Americana.
Durante ese tiempo, en Auxilio Social, Hospital de Caridad, colegios nacionales y otras instituciones benéficas se repartió leche en polvo, queso y mantequilla, alimentos que al parecer tenían un «alto valor nutritivo». El queso, para recuerdo de algunos, era amarillento y pastoso, pero mal del todo no sabía; la leche se daba diluida en agua fría, y la mantequilla, extendida sobre el pan que los niños llevaban al colegio de casa.
Pero a buen seguro que en la «memoria gustativa» de muchos se conserva mejor el sabor de aquellas rebanadas de pan con aceite y azúcar para merendar, o con chocolate, quesitos, leche condensada, carne de membrillo, sardinas en aceite, Pralin y Tulicrem, que para todos los gustos había, o, en días especiales, el de unas soletillas, un suizo, una bamba de nata, una trenza, un mojicón, una magdalena Ortiz, un Bucanero, un Tigretón, un Bollycao, un Bony o unos Phoskitos, muchos de los cuales hasta traían estupendos cromos para coleccionar.
Y ya entrados en asuntos más contundentes, y según regiones y gustos, potajes con «pringá», patatas revolconas, pimientos asados, albóndigas con tomate, migas, higaditos, arenques, huevos pasados por agua, filetes rusos o arroz a la cubana..., que en comida internacional andábamos sobrados, y, si se terciaba, de postre, arroz con leche, gelatina Royal, flan Potax o Mandarín, Dany de chocolate, tarrina de helado Avidesa... y, de premio, unas galletas Chiquilín, Solsona o Fontaneda..., y un vaso de leche con Phoscao, aunque todo esto último mejor sería dejarlo para desayunar, salvo que se prefiriesen unos Mielitos o unos copos de cereales Nestun.
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