jueves, 3 de julio de 2025
El castigo de la abeja
Cueva de la Vieja del Monte - Riaño = León
Cuando finaliza el viaducto se toma el sendero señalizado que sale entre los pinos hacia la derecha. Sigue durante un tramo por el pinar hasta que se llega a la ensenada del arroyo Vallarqué que baja hacia el pantano desde la base del Gilbo. Es necesario ir por el camino ancho que bordea el pantano y va siguiendo la cota con muy pocos desniveles. Se puede también andar por el camino viejo que existía antes y que se lo tragó el pantano, pero al llegar al vértice de bajada del arroyo conviene volver al camino de arriba porque éste se introduce al final en el agua cuando el nivel sube bastante, razón por la que se abrió el camino más elevado.
A continuación se bordea una zona con rocas que bajan de las calizas del pico Vallarqué y poco después se llega a la salida de un camino hacia la cueva del monte y el mirador de las Biescas. Se deja la subida para después y se sigue por buen firme pasando el área recreativa para continuar por un camino entre un arco de avellanos que pasa a un hayedo en el que existen varios ejemplares antiguos con extrañas formas. También, por el camino se encuentran restos del pasado minero de la zona en forma de estanque de decantación y muro de carga, que están siendo comidos por la maleza. Tras una serie de vueltas y revueltas se llega al muro rocoso que baja desde el Cueto Cabrón y donde resulta imposible continuar por tierra.
Desde ese punto se vuelve, no sin antes contemplar el panorama que se abre ante la vista del caminante con los picos Yordas, Pandián y la Mura, así como las estribaciones de la Tendeña con el Cueto Nebloso. Al volver, en un punto determinado se pueden ver las escombreras de la mina y en la más elevada el mirador de las Biescas al que se deben dirigir como próximo objetivo. Podría hacerse directamente sin mayor complicación que el fuerte desnivel, pero la ruta se aconseja volviendo al cruce en el que se encuentra el desvío a la cueva de la Vieja del Monte y si hay suerte se la puede encontrar buscando frutos del bosque para los niños que ayudan a sus padres.
Subiendo una cómoda cuesta se llega a un desvío señalizado a la izquierda que va a la cueva de la Vieja del Monte, que si ha llovido, puede tener agua y en su interior se pueden ver desde hierbas medicinales hasta un jergón con mullido de escobas, un caldero con monedas, el horno donde amasa el pan, un jarro de madera, perchas y diversos utensilios para sus tareas. Solamente en fechas señaladas puede verse a la Vieja del Monte. Por tanto continúa el camino hasta llegar al mirador de las Biescas, asentado sobre una antigua escombrera de la mina. Las bocaminas se encuentran más arriba y son peligrosas, pues son simas sin protección, por lo que no conviene andar demasiado por esa zona.
La vista desde el mirador es buena al estar en una zona elevada y se contemplan las montañas que se han ido viendo a lo largo del recorrido aunque con otra perspectiva. El camino continúa hacia la collada del Baile que posibilita la ascensión al Gilbo o el descenso hacia Horcadas, una ruta que se realizará en otra ocasión.
Desde este punto solamente queda bajar por el mismo camino hacia el pinar, cruzar el viaducto y terminar la ruta donde se comenzó, en la plaza de los Pueblos de Riaño.
La Nueva Crónica
miércoles, 2 de julio de 2025
Batalla con Almanzor
Una vez que el conde Fernán González reparó sus fuerzas, ordenó a sus mesnadas y se dirigió al encuentro de Almanzor, que venía corriendo la tierra. Cuando dieron vista al ejército moro, se prepararon para el combate. El conde contó los pendones que traía y vio que poca gente tenía en sus haces. En esto un caballero cristiano que se adelantó corriendo pasó por delante del ejército de los fieles. Apenas hubo galopado una no muy larga distancia, la tierra se abrió y tragó al caballero; después se cerró y quedó todo como antes. Gran terror cundió por el ejército cristiano, pero, Fernán González, que sabía que ésa era la temerosa señal anunciada por el monje de la ermita, dijo a grandes voces a sus caballeros: «¡No temáis este agüero! Si la tierra no es capaz de soportarnos, ¿quién podrá con nosotros? ¡Adelante!». Y se lanzaron contra los moros, que ya galopaban también, prestos al encuentro.
El choque de los dos ejércitos fue terrible. Los cristianos, a pesar de ser tan pocos, consiguieron resistir el primer embate de los moros, y pronto éstos empezaron a retroceder. El conde, que había sido el que diera las primeras heridas, animaba a sus guerreros, y era el más valiente de todos. Al cabo de algunas horas los moros huyeron, dejando todo el botín en poder de la hueste del conde. Gran victoria fue ésta para los cristianos, y de ella regresaron llenos de gozo.
El conde separó una parte del botín y fue a la ermita para entre- gársela al monje que le profetizara la victoria. Y le encargó que alzara una iglesia que luego llegó a ser el famoso monasterio de San Pedro ade Arlanza.
Vicente García de Diego
martes, 1 de julio de 2025
Leyenda de Fermán González = Burgos
Muchas son las hazañas de Fernán González, el primer conde independiente de Castilla. Gloriosa es su historia y ha quedado en la memoria de los castellanos. He aquí la leyenda del buen conde:
Un monje anuncia a Fernán González sus glorias
Hallábase el conde Fernán González cerca de la villa de Lara. Mientras se juntaban sus mesnaderos, él empezó a cazar: de un espeso matorral salió disparado un feroz jabalí, que se internó en el apretado robledal. que cubría el monte. Fernán González, deseoso de cobrar tan buena presa, espoleó a su caballo sin esperar a ser seguido por los monteros; el caballo, aguijado, se internó entre los robles corriendo tras el jabalí. La persecución fue enconada, y el conde, sin advertirlo, se alejó de sus hombres; no pensaba sino en dar alcance al animal, que delante de él corría velozmente. Por fin llegó a una ermita apartada y desconocida y el jabalí se metió por la puerta. El conde quiso también alcanzarla, pero la espesura del monte era tal, que su caballo no podía avanzar. Entonces echó mano a la espada y saltando por en-cima de los matojos, se dirigió a la ermita, en donde entró resuelto. El jabalí, después que entró en la ermita, se había refugiado detrás de un altar. El conde, lejos de herirle, se hincó de hinojos ante el mismo altar y empezó a rezar. En aquel momento salió de la sacristía un monje de venerable aspecto y avanzada edad, con los pies descalzos y apoyado en un nudoso y retorcido cayado. Se acercó al conde y lo saludo, diciendo: <En paz vengas, conde, la cacería te trajo hasta aquí, pero deja las monterías, que te aguarda el rey Almanzor, el terrible enemigo de cristianos. Dura batalla te aguarda, pues el moro trae muchos guerreros; mas en ella alcanzarás gran renombre. Y aun te digo que antes que empiece la lid tendrás una señal que te hará temblar la barba y aterrorizará a todos tus caballeros. Ahora vete, vete a luchar, que has de alcanzar la victoria. Después tomarás por esposa a una dama llamada Sancha, y grandes tribulaciones has de sufrir; por dos veces te atarán con grillos en profunda prisión. Mas tu gloría será grande, y si se cumple lo que te anuncio y alcanzas poderío, acuérdate de esta humilde ermita perdida en el monte».
El conde agradeció al monje sus palabras y salió de la ermita. Mon- tó a caballo y galopó a través de la robleda hasta encontrar a los suvos, impacientes ya por la tardanza de su señor.
Vicente García de Diego
El castigo de la abeja
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