domingo, 27 de octubre de 2024

La Virgen de los Lomos de Orios - La Rioja

En la Sierra Cebollera vivía un zagalillo que cuidaba de un rebaño de ovejas, propiedad de un rico señor del cercano lugar. Cada tarde llegaba a Lomos de Orios, en donde se veneraba una imagen de la Santa Virgen, de la cual era muy devoto. Una de esas tardes, cuando, después de haber rezado, se disponía a sentarse en una peña, vio cómo de unos entresijos de la roca salía una cutebrilla, que, lejos de asustarse por la presencia del pastor, se dirigió

hacia él. El zagal, movido por la compasión, no la quiso matar ni ahuyentar, sino qUe, vertiendo un poco de leche en un cuenquecillo, puso éste cerca de la pequeña alimaña, la cual, aproximándose al cuenco, bebió ávidamente, Y después volvió a desaparecer entre las rocas.

Al día siguiente, el pastor salió del pueblo y se dirigió a la sierra; y una vez hubo rezado, como acostumbraba, encaminó el hato al mismo lugar de la tarde anterior. Sentóse en la peña y esperó a ver si aparecía la culebrilla; mas ésta no daba señales de vida. El zagal sacó su cuenco y, cogiendo a una oveja cercana, la ordeñó. Puso la leche al lado de la roca musgosa por cuya grieta saliera la pequeña sierpe, y silbó suavemente. Al momento, Una cabecilla oscura y viva asomó por la grieta, y en seguida volvióse a ocultar de nuevo; tornó el zagal a silbar, y entonces la culebra salió despacito; el pastor bajó el brazo para que se enroscase en él y la aproximó al cuenco para que bebiera con más comodidad. Después se desenroscó y volvió a su nido. Y desde

entonces, cada tarde, el pastor silbaba, aparecía su amiga, y ambos parecían ser felices; el zagal sentía cómo la pequeña culebrita le traía cada tarde un poco de compañía en la soledad de su lento pasar! de la tarde, en lo alto de la sierra inmensa, al lado de la ermita de la Virgen.


Pasó el tiempo, pasaron algunos años y el pastor hubo de marchar de allí pero la tarde anterior a su partida aún dió de beber a su compañera, despidiéndose tristemente de ella.


Corrió el mozo tierras lejanas, y al fin pudo volver a su pueblo. Saludó alegremente a sus familiares y a los convecinos que le pedían noticias de sus andanzas y por la tarde quiso volver al sitio en donde tantas horas pasará en compañía de la culebrilla. Recordaba aquellos días de su adolescencia cuando rezaba a la Virgen y después silbaba y aparecía su compañera de soledad; recordaba cómo muchas tardes, después de hacerle beber en el cuenco, la conservaba enroscada en su brazo y con la otra mano hacía sonar su rústica flauta con los sones mas dulces, con los tonos más suaves, hasta adormecer a la culebrilla. Embarcado con tales pensamientos, llegó a aquella peña, reconocida por él al momento. Y queriendo recordar los tiempos en que había venido pensando, silbó una y otra vez. De pronto se sobresaltó al ver aparecer un gran culebrón que venía amenazadoramente reptando hacia él, pero no dudó en reconocer a aquella pequeña sierpe que tuviera tantas veces enroscada en su brazo. La llamó y le dijo: «¡Cómo has crecido! Tú también te has puesto fuerte como yo». Y quiso verter un poco de leche que llevaba en una botella. Mas la enorme culebra no le dio tiempo: se precipitó sobre él, se enroscó a su cuerpo y a su cuello, y empezó a apretar los anillos. El mozo se sintió presa de un inmenso terror, sintió cómo la culebra lo ahogaba; sus esfuerzos para librarse del reptil eran inútiles, y casi asfixiado, pensó en aquella Santa imagen de la que tan devoto era, y la invocó, pidiéndole auxilio.

Y en aquel momento en que sus labios pronunciaron la invocación,sintió como el lazo mortal se aflojaba y como el cuerpo de la enorme culebra se distendía  hasta caer a sus pies sin vida.


Una vez libre y salvo, miró con terror y piedad el cuerpo de la culebra y, subiendo a la ermita, entró, rogando con fervor en acción de gracias  por el gran milagro que en él había obrado la Santa Virgen de los Lomos de Orión.


Vicente García de Diego



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