Dicen que hace mucho tiempo, hace cientos de años, habitaba en las faldas del Puig Campana (el monte situado junto a Finestrat, al norte-noroeste de Benidorm y a poca distancia de este) un robusto gigante llamado Roldán, el cual vivía plácidamente por aquellos lugares, sin más preocupación que la de cazar para comer y recoger leña para proporcionarse una buena lumbre, pues se había construido una cabaña con todas las comodidades de las que podía disponer.
Un buen día vio el gigante a una hermosa doncella por el Puig Campana y, tras percatarse ella de su presencia y observarse mutuamente, quedaron ambos profundamente enamorados. La mujer se trasladó con Roldán, a su cabaña, y allí vivieron felices durante largo tiempo. Aunque todo tiene su fin.
Andaba el gigante paseando por el monte cuando, de forma repentina, se topó con un ente tenebroso, oscuro y extraño. Le advirtió este que su preciosa amada se hallaba agonizando, en la cabaña, y que cuando el último rayo de sol se escondiera, la vida de la mujer se esfumaría igualmente y sin remedio alguno. Enfurecido, corrió Roldán hacia su humilde hogar y, una vez allí, comprobó lo que aquella sombría figura le había asegurado: la vida de su amada sucumbía, poco a poco.
Pensó el gigante en encontrar una solución para tan trágica situación, pero el astro rey seguía su curso en el cielo, a su parecer, con más presteza que la habitual. Pronto comenzó a esconderse el sol y, desesperado el gigante, hizo lo posible por conceder unos instantes más de vida a la joven: para que los últimos rayos de sol siguieran alcanzando su cabaña, golpeó con tal fuerza la montaña que un descomunal trozo de roca salió despedido por los aires y fue a parar en medio del mar, creando una nueva isla, la actual isla de Benidorm, l’Illa. Pero finalmente el sol se escondió, mientras la vida de la moribunda doncella expiraba.
Cuentan que cogió el gigante Roldán a su joven amada, en brazos, y la llevó hasta la isla recién creada por él mismo donde, ya de noche y con luna llena, exhaló esta su último aliento. Lo mismo hizo el gigante, pues allí permaneció, junto al cuerpo inerte de la mujer, hasta perecer de inanición.
Sendas y Leyendas
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