Otra vez, como en algún caso del bandidaje en esta zona de España, debemos recurrir a la narración contemporánea del inglés George Borrow en su obra “Los gitanos en España”.
Este autor de este estudio sobre la situación de los gitanos en el país, y de otro ensayo interesante como es La Biblia en España, (que ya hemnos mencionado en otros artículos), apunta a que esta etnia en Madrid es incansable en la rapiña, y añade que “andan de aquí para allá por la villa y los arrabales desde la mañana a la noche”, así como que “en las cárceles de El Saladero o en la de la Corte, nunca falta una docena de gitanos”.
Conocedor del pueblo gitano, permaneció algún tiempo en sus campamentos e incluso él mismo apunta que consiguió hablar “caló”, nos deja en la obra “Zincalí: Los gitanos en España”, un comentario sobre la existencia de una gitana dedicada al bandidaje en la sierra de Guadarrama y en la se Somosierra, conocida como La Tuerta, por faltarle un ojo.
Dice Borrow que había en Madrid dos gitanas de gran renombre, Pepita o Pepa, y La Chincharrona, que se dedicaban a leer la buenaventura, y a otros menesteres menos recomendables para todos aquellos a los que se aproximaban.
Un día, Pepa le presentó a sus dos hijas, La Tuerta y La Casdami o La Escorpión, esta última de trece años, que tenía ese mote por la maldad con la que actuaba. No obstante, el relato del autor inglés se inclina más por la primera con la que mantiene un diálogo que reproducimos en algunas de sus partes.
“Soy chalana, hermano, y muchas veces he robado en los caminos, como todo nuestro pueblo lo sabe. Me visto de hombre y salgo con alguno de ellos. He robado sola con mi escopeta y mi caballo en el puerto de Guadarrama y el de Somosierra. Una vez robé sola a una cuadrilla de veinte gallegos, que volvían a su país después de segar las cosechas de Castilla; les despojé de todas sus ganancias; pude despojarles hasta de sus ropas si hubiese querido, porque se hincaron de rodillas como cobardes. Me gustan los hombres valientes, sean busnó o gitanos. Cuando era poco mayor que El Escorpión fui con otros varios a robar al cortijo de un viejo; era a unas veinte leguas de aquí. Lo asaltamos a media noche y atamos al viejo; sabíamos que tenía dinero, pero él dijo que no, y no quería decirnos dónde estaba; le dimos tormento, pinchándole con las navajas y quemándole las manos en la lámpara, pero de nada sirvió. Al cabo dije : “Probemos con los pimientos”; tomamos pimientos verdes, le abrimos los párpados y le restregamos las pupilas con ellos. Fue el peor tormento de todos. ¿Querrás creerme? El viejo lo resistió. Entonces nuestra gente dijo: Vamos a matarlo; pero yo dije que no, que sería una lástima; así, le perdonamos, aunque no habíamos conseguido nada. Desde entonces he tenido gran afecto al viejo por su firme corazón, y me hubiese gustado tenerle por marido”.
No sabemos nada más de esta chalana, pues Borrow no la vuelve a mencionar en su obra, ni aparece reflejada en ningún otro texto de la época, ya sea como gitana o como bandolera.
El Correo de Madrid
Este autor de este estudio sobre la situación de los gitanos en el país, y de otro ensayo interesante como es La Biblia en España, (que ya hemnos mencionado en otros artículos), apunta a que esta etnia en Madrid es incansable en la rapiña, y añade que “andan de aquí para allá por la villa y los arrabales desde la mañana a la noche”, así como que “en las cárceles de El Saladero o en la de la Corte, nunca falta una docena de gitanos”.
Conocedor del pueblo gitano, permaneció algún tiempo en sus campamentos e incluso él mismo apunta que consiguió hablar “caló”, nos deja en la obra “Zincalí: Los gitanos en España”, un comentario sobre la existencia de una gitana dedicada al bandidaje en la sierra de Guadarrama y en la se Somosierra, conocida como La Tuerta, por faltarle un ojo.
Dice Borrow que había en Madrid dos gitanas de gran renombre, Pepita o Pepa, y La Chincharrona, que se dedicaban a leer la buenaventura, y a otros menesteres menos recomendables para todos aquellos a los que se aproximaban.
Un día, Pepa le presentó a sus dos hijas, La Tuerta y La Casdami o La Escorpión, esta última de trece años, que tenía ese mote por la maldad con la que actuaba. No obstante, el relato del autor inglés se inclina más por la primera con la que mantiene un diálogo que reproducimos en algunas de sus partes.
“Soy chalana, hermano, y muchas veces he robado en los caminos, como todo nuestro pueblo lo sabe. Me visto de hombre y salgo con alguno de ellos. He robado sola con mi escopeta y mi caballo en el puerto de Guadarrama y el de Somosierra. Una vez robé sola a una cuadrilla de veinte gallegos, que volvían a su país después de segar las cosechas de Castilla; les despojé de todas sus ganancias; pude despojarles hasta de sus ropas si hubiese querido, porque se hincaron de rodillas como cobardes. Me gustan los hombres valientes, sean busnó o gitanos. Cuando era poco mayor que El Escorpión fui con otros varios a robar al cortijo de un viejo; era a unas veinte leguas de aquí. Lo asaltamos a media noche y atamos al viejo; sabíamos que tenía dinero, pero él dijo que no, y no quería decirnos dónde estaba; le dimos tormento, pinchándole con las navajas y quemándole las manos en la lámpara, pero de nada sirvió. Al cabo dije : “Probemos con los pimientos”; tomamos pimientos verdes, le abrimos los párpados y le restregamos las pupilas con ellos. Fue el peor tormento de todos. ¿Querrás creerme? El viejo lo resistió. Entonces nuestra gente dijo: Vamos a matarlo; pero yo dije que no, que sería una lástima; así, le perdonamos, aunque no habíamos conseguido nada. Desde entonces he tenido gran afecto al viejo por su firme corazón, y me hubiese gustado tenerle por marido”.
No sabemos nada más de esta chalana, pues Borrow no la vuelve a mencionar en su obra, ni aparece reflejada en ningún otro texto de la época, ya sea como gitana o como bandolera.
El Correo de Madrid
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