numerosa colonia de sirenas, quienes plácidamente nadaban en las cristalinas aguas del lugar, repletas de coral y de multitud de peces de mil colores. Sus quehaceres diarios no consistían en más que recorrer el fondo marino, buscar los mejores bancos de peces y, entre todas, ahuyentarlos hacia la costa para que, sin escapatoria, cayeran en las famélicas redes de los pescadores calpinos. Y eso hacían: ayudaban a los marineros de Calpe a que tuvieran siempre una abundante pesca y, en compensación, estos no las hostigaban ni las molestaban lo más mínimo.
Pero un día apareció, por las aguas del lugar, un irascible y malvado genio que constantemente las acosaba y las perseguía, sin dejarles un segundo de descanso y, por supuesto, impidiendo que realizasen su rutina diaria: ayudar a los pescadores. En poco tiempo su problema no solo sería el genio malvado, sino también los pescadores, quienes comenzarían a perseguirlas para pedir explicaciones y, quién sabe, tal vez capturarlas.
Desesperadas y sin querer abandonar el que era su hogar, el fondo marino de Calpe, se afanaron las sirenas en pedir ayuda al dios de los mares, Neptuno. No tardó este en oír la llamada de auxilio y, sin demora alguna, envió al lugar a uno de sus mejores genios, un genio benigno que tal pavor causó en su enemigo, el que acosaba a las sirenas, que intentó salir este huyendo a toda prisa del mar y, sin terminar de emerger, allí quedó petrificado, formando el actual peñón de Ifach.
Actualmente, los días que el peñón amanece envuelto en la niebla, cuentan que es el genio malvado intentando escapar de su maldición, pero los primeros rayos de sol siempre consiguen disipar la bruma. También dicen que, quien logre presenciar esto, será feliz para siempre.
¿Quién sabe? Sea como sea, seguro que un amanecer con el peñón de Ifach como escenario no tiene precio.
Sendas y Leyendas.
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