Una de tantas sublevaciones que tuvieron lugar en el pasado siglo fue capitaneada por un veterinario llamado Pérez del Blanco. Al fracasar se refugió en un piso de Madrid.
Era en aquel entonces ministro de la Gobernación el marqués de Vega de Armijo, hombre de gran caballerosidad y de generoso corazón. Pérez del Blanco, sabiendo que se le buscaba para fusilarle, decidió un día terminar de una vez por todas. Se presentó en el Ministerio de Gobernación y pidió, con nombre falso, ser recibido por el ministro. Cuando estuvo ante él le dijo: —Sé, señor ministro, que su excelencia es un caballero incapaz de prender a un hombre que es muy buscado, para fusilarle. Por ello me presento aquí, soy Pérez del Blanco.
El ministro le contempló un instante y cogiendo un papel de la mesa firmó un salvoconducto que permitió a Pérez del Blanco trasladarse a Francia.
Carlos Fisas
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