lunes, 2 de septiembre de 2024

Leyenda de la Cueva de Xoroi - Menorca

 

A unos metros de la embocadura de Cala'n Porter, en el centro mismo de un imponente peñascal, entre mar y cielo, la naturaleza se recreó cavando una espaciosa cueva, refugio de palomas silvestres, que quizás nadie habría pisado jamás, de no incitar a ello la leyenda. Y ocurrió que por aquellos tiempos indefinidos en que la isla era asaltada por piratas berberiscos, llegó a la áspera costa un hombre. Es posible que fuera el único superviviente de un galeón hundido o tal vez un corsario al que sus compañeros castigaron abandonándole. Debió trepar por el duro acantilado y alcanzar la cueva, de la que hizo su morada. 
El hambre le obligó a arañar de nuevo las rocas hasta coronar la altura y merodeó por los alrededores robando en los predios. Satisfacía las exigencias de su estómago y volvía a su escondite. Pero no conseguía calmar su soledad. Y otro día cualquiera, robó una moza payesa, con la que formó su hogar en el misterio de la cueva. 
Pasaron años, les nacieron hijos al moro y a la menorquina y los payeses del contorno se desesperaban por no encontrar al que hurtaba sus provisiones. Llegó un invierno más duro que los anteriores y en la isla, caso insólito, nevó copiosamente.
El moro, como en tantas ocasiones, robó para los suyos, pero sus pisadas sobre la nieve señalaron la
ruta del ladrón a los payeses robados. Reunidos varios de ellos y convenientemente armados siguieron las huellas que les condujeron al borde del cantil, por el que se descolgaron hasta dar con la abertura de la cueva. El moro, a quien apodaron "xoroi", porque en el breve relámpago de su huida se dieron cuenta de que le faltaba una oreja, al verse acorralado, se lanzó al mar desde unos treinta metros de altura, siguiéndole su hijo mayor, que con él desapareció en las aguas turbulentas. La moza alayorense con los otros tres hijos fue trasladada a la ciudad, y de sus hijos nacieron otros hijos en una larga descendencia que, dicen, no se ha extinguido aún en el día de hoy.

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