viernes, 13 de septiembre de 2024

La abadía desaparecida - LEÓN

Cerca del lugar donde hoy se halla el famoso lago de Carucedo se elevaba, allá por el siglo xv, una magnífica y sólida abadía, de la que hoy sólo se conserva el recuerdo de esta leyenda. Los santos religiosos que en ella moraban tenían recogido bajo su mismo techo un pobre huérfano abandonado, el cual fue creciendo en aquel ambiente de paz y beatitud, sin dar nunca la menor señal de vocación religiosa. Tanto era así, que siendo casi un niño empezó a demostrar una especial predilección por una muchacha que vivía próxima a , aquel lugar y que, a su vez, se sentía dispuesta a iniciar con él sus primeros coqueteos amorosos.

Pasaron unos años, que fueron suficientes para que los dos jóvenes se convirtieran en firmes enamorados. Pero he aquí que cuando todo les prometía felicidad, el Conde de Cornatel, señor feudal de aquellos contornos, quiso hacer suya la frágil belleza de la muchacha a la que hacla tiempo admiraba por su rara belleza. Primero con buenas palabras que cayeron en el vacío del corazón de la enamorada doncella y luego por la violencia intentó hacerla suya pero todo fue inútil en un principio.


Encolerizado el muchacho de la abadía ante la despreciable conducta del Conde y sospechando que acabaría robando la honra de su amada, planeó el asesinaro del caballero como noble y obligada defensa de su amor.


A los pocos días el Conde caía muerto alevosamente por un desconocido agresor y el muchacho huía de la abadía sin que se volviese a saber su paradero.


Pasaron unos años que fueron de dura lucha pára los dos alejados amantes. Nada volvieron a saber el uno del otro.y ambos, hundidos en el desengaño y en la desilusión, cerraron su alma a la esperanza. Mas un día, cuando todo parecia olvidado, el muchacho volvió a la abadía. Buscó a su amada, y nadie le supo dar razón. Desalentado, decidió profesar como religioso en aquel monasterio, y gracias a sus muchos méritos llegó a ser prior en el espacio de unos pocos años.


Transcurría  allí su vida plácidamente entregado a la piedad y consolando en el seno de la religión todas las amarguras de su vida, cuandouna noche en que se encontraba rezando sus últimas oraciones, vinieron a perturbar la paz del convento unos  labradores, atemorizados por una aparición que rondaba por aquellos lugares. Rogaron al prior que fuera a conjurarla para librarlos de su presencia, y el buen padre, siempre bondadoso, se dispuso a satisfacerlos. Salió, pues, fuera de la abadía y se encontró, en efecto, a pocos pasos la figura de una mujer a la que tomaban por una bruja. El prior acercóse a ella yreconocer a su antigua amada vestida de penitente. Aquel amor contenido y torturante de su pasada juventud resurgió entonces en el corazón del abad con más pasión que nunca. Ella, a su vez, vio en aquel cariño el único posible, consuelo de su vida, y ambos, sedientos de amor, sintieron a un tiempo el

deseo de consolarse, de abrazarse con aquel viejo cariño y de entregarse  con pasión al fuego de aquel mal dormido amor. Iban ya a lanzarse uno en brazos del otro, olvidándose de los votos hechos al Señor, cuando de lo alto de la montaña brotó, como por milagro, una violenta catarata que sepultó a los amantes bajo sus aguas. La abadía quedó así mismo inundada y el agua creciendo más y más en altura desalojo de allí todo rastro de vida y dió origen al lago Carucedo, cuya leyenda todo leonés cococe.


Vicente García de Diego




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