En lo recio de una epidemia, escribió el alcalde de un pueblo al gobernador de la provincia exponiéndole la situación y pidiéndole que le comunicase qué medidas debía adoptar.
El gobernador le contestó con un telegrama que empezaba diciendo: «Por de pronto apelar a todos los medios oportunos... etc.»
El alcalde, que debía de ser de pocas luces, entendió: «Por de pronto apalear a todos los médicos por tunos...» No quiso leer más y dijo: —Hizo bien en escapar el médico que teníamos, que si no lo hace, ¡menuda paliza iba a llevar!
Carlos Fisas
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