Esta es una de las leyendas gallegas más conocidas y populares, lo cual es decir mucho, porque Galicia alberga una gran cantidad de folclore. Se dice que hace varios siglos, vivía en un castillo un viejo noble llamado Froyás, con dos hijos, Egas y Aldara. Esta última era una doncella bonita y todavía joven, y tenía como pretendiente a Aras, el hijo de otra familia noble de la región. Todo parecía señalar que pronto se casarían.
Sin embargo, un día a la hora de la comida, Froyás advirtió que su hija no aparecía por ninguna parte, la estuvo llamando durante largo rato, y pronto empezó a movilizar tanto a su hijo como a sus soldados para registrar el castillo. Pasados unos minutos, uno de sus hombres le informó de que había visto a Aldara salir por uno de los portales y dirigirse al río ubicado a los pies del monte en el que se encontraba la fortificación. Pero tras ir allí y buscar por la zona, nadie encontró ni una pista de dónde estaba la joven, por lo que mandaron un mensaje al castillo de Aras explicando lo que había pasado. Pero ni con los refuerzos de esta otra familia de nobles lograron encontrarla tras varios días de búsqueda.
Pasaron los años, y casi todo el mundo se olvidó de Aldhara, dándola por muerta quizás tras el ataque de un oso. Menos Froyás y Egas, que seguían echándola mucho de menos, pero que también se resignaban ante la idea de que había muerto mucho tiempo atrás.
Un día, Egas se dirigió a la montaña a intentar dar caza a un urogallo, y justo tras lograr su pieza, vio que en una pradera a pocos metros pastaba una cierva de color totalmente blanco. Tal fue la impresión que causo en el cazador que este apenas tardó en cargar una flecha y dispararla, por puro miedo a que el animal huyera y no lo viera más.
Esta dio de lleno en la cierva, que cayó muerta en el acto, sin haber podido ni dar un paso. Pero como Egas ¡ba solo y no podía cargar él solo con el voluminoso animal, decidió cortar una de sus patas, recordar dónde lo había dejado y volver al castillo para buscar ayuda. Al llegar al encuentro de su padre fue a enseñarle el trofeo, pero en ese momento ambos vieron horrorizados cómo del saco de Egas no salía la pata de una cierva, sino la mano blanquísima de una mujer de alta cuna, y en uno de sus dedos se podía ver un anillo: el que llevaba Aldhara. Raudos corrieron a la pradera en la que Egas había dado muerte al animal, y all encontraron a Aldhara, muerta sobre la hierba y con una sola mano.
Psicología y Mente
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